En una travesía de varios días la elección acertada de la tripulación es el fundamento de la consecución del objetivo. Sin embargo, un error en la selección es la garantía del desastre. No hay medias tintas, no habrá travesías que dejen indiferentes a la tripulación. Nunca serán mediocres. O serán memorables o las querremos olvidar.

Las embarcaciones son espacios reducidos. Dicen que el mar saca lo mejor y lo peor de las personas. La elección de la tripulación por parte del patrón es sin duda el paso más importante en el diseño de la travesía.

Una historia con consecuencias desastrosas

En Octubre de 2015 se forma una tripulación para realizar la travesía desde Maine, en la costa noreste de Estados Unidos hasta las Islas Vírgenes británicas, situadas en el Caribe. La tripulación la forman 4 personas: 2 personas muy experimentadas y que se conocen desde hace muchos años, una de las cuales es el armador y patronea la embarcación, junto con otras 2 personas con poca experiencia en travesías de altura. A la mitad de la travesía desembarca uno de los tripulantes experimentados y es sustituido por otra persona con experiencia en navegación de altura pero que no conoce a ninguno de los tripulantes.

La historia completa se puede leer en el siguiente enlace (en inglés). El último tripulante en embarcar padece de mareo prolongado, toma una medicación sin prescripción médica que le afecta de forma dramática y cae por la borda sin poder ser recuperado.

Dramática travesía del Cimarrón, finalizada con la pérdida de un tripulante

De esta experiencia se pueden obtener muchos aprendizajes: comportamiento de la tripulación ante un MOB, uso de la medicación para prevenir el mareo, selección de una tripulación, etc. De ninguna forma se trata de hacer juicio desde el sillón, ya que suele ser inútil, y en muchos casos mezquino. Entre la mar y el sillón media un abismo. Simplemente nos quedaremos con que en travesías exigentes de varios días el desconocimiento personal de la tripulación es un factor más de riesgo que debemos gestionar.

Cómo se debe elegir una tripulación

La respuesta es que el objetivo manda. Lo primero es tener claro el objetivo de la travesía ¿placer? ¿regata? ¿aprendizaje? Hay muchos programas de navegación. En unos el objetivo será simplemente pasar unos días agradables navegando, en otros perseguiremos metas más ambiciosas como alcanzar tierras remotas, o competir.

En cualquier caso el patrón debe diseñar un equipo. Tendrá en cuenta lo exigente del objetivo en la elección de los integrantes del equipo. El conjunto debe ser sobradamente solvente para cubrir el objetivo. Cada integrante del equipo debe tener un rol (que puede cambiar durante la travesía) y el patrón debe confirmar con cada miembro de la tripulación que tiene claro el plan de navegación y lo que espera de cada uno. El buen patrón sabe confeccionar tripulaciones equilibradas, donde la suma de las cualidades del equipo permite alcanzar el objetivo.

Cómo se elige una tripulación

La realidad suele ser muy diferente a la teoría. Exceptuando en las competiciones profesionales donde hay un contrato que detalla lo que se espera de cada tripulante, y cada uno de ellos ha presentado previamente su currículo náutico para optar a la plaza, en el resto de los programas son habituales las malas experiencias. Pero ¿por qué? Si en teoría es sencillo, si los pasos están claros, ¿qué hace que las elecciones no sean buenas en muchas ocasiones?

1.Suponer que un equipo que ha funcionado en otra actividad automáticamente lo hará navegando

Salvo que las condiciones sean muy similares (convivencia en espacio reducido, cansancio acumulado, toma de decisiones jerárquica, etc.) no se puede extrapolar el rendimiento de un equipo de una actividad a otra.

2.No hacer ningún tipo de selección

Bien sea porque necesitamos desesperadamente tripulantes (por ejemplo para acompañarnos en un traslado de una embarcación), bien porque creemos que cualquiera es bueno para cubrir el objetivo. Por utilizar una analogía que enfatiza el despropósito, es como si para un trabajo de ebanistería contratamos a un electricista.

3.Establecimiento de compromisos débiles en el momento del reclutamiento

Es habitual que durante la preparación de la travesía el patrón forme la tripulación. Si no es claro con el programa de navegación o lo que espera de cada tripulante será fácil el acontecimiento de malentendidos a las pocas millas navegadas.

4.Cambios de última hora en la tripulación

Esto sucede con más frecuencia de lo que parece. Un contratiempo en el último momento, falla un tripulante y parece que la travesía se va al traste. El patrón acepta a regañadientes a cualquiera para no descuadrar todo el diseño de la travesía (guardias, reparto de gastos, etc.)

5.Hacer una mala selección

El motivo más habitual es la falta de experiencia del patrón. No ajustar bien la exigencia de la navegación a la experiencia de la tripulación es el error más común. Por ejemplo ser demasiado optimistas con la duración de la travesía o la meteorología darán lugar a una selección de tripulantes menos preparados de lo necesario.

Otro error común es no hacer una tripulación equilibrada. Las tripulaciones que mejor funcionan son las que se complementan. Si primamos que todos sean increíbles navegantes pero todos tienen carácter fuerte, es probable que las cosas no acaben bien.

Conclusiones

Frecuentemente se dedica mucho más tiempo a la planificación de una travesía que a la selección de la tripulación. Una navegación, por sencilla que sea, se lleva a cabo en un espacio reducido y en continuo movimiento. Los comportamientos se verán modificados por este hecho, amplificándose las desavenencias en caso de que sucedan.

Una vez embarcados, si la tripulación no conecta, el patrón tiene un problema si la travesía es corta y un serio problema si ésta es de cierta duración. Lo mejor que puede hacer en la fase de planificación de la travesía es dedicar tiempo a formar un buen equipo. Si lo hace bien tendrá muchas posibilidades de éxito en su travesía.